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Un camino hacia la esperanza

El día de ayer pasamos una página de nuestra historia y empezamos un nuevo camino: el camino de la esperanza.


Después de décadas de lidiar con diversos conflictos armados, desde la guerra de los mil días, la violencia liberal –conservadora, la aparición de las FARC y otros movimientos de izquierda revolucionaria armada, el narcotráfico y el paramilitarismo, la firma del acuerdo de paz entre el gobierno nacional y las FARC-EP marcan un hito de esperanza.


Cuatro años de negociación fueron precisos para llegar a estos acuerdos. Acuerdos sin duda imperfectos, que dejan sinsabores a algunos, pero fueron aquellos posibles entre estas fuerzas que se enfrentaron con extremada violencia por más de cinco décadas, involucrando indiscriminadamente a la sociedad civil. Como se ha afirmado por muchos analistas, es mejor esta paz imperfecta que la guerra más perfecta, sobre todo teniendo en cuenta que durante todo este tiempo no fue posible la victoria militar de ninguno de los dos contrincantes, a pesar de la supremacía temporal de uno u otro bando en diferentes momentos de esta larga confrontación.


El día de ayer todo el país estaba representado: los gobiernos nacional y regionales, expresidentes, empresarios, campesinos, indígenas, afrocolombianos, jóvenes; muchas, muchas mujeres, congresistas, periodistas, representantes de la sociedad civil, ONG, educadores para la paz, curiosos… Pero el grupo más nutrido era sin duda el de las víctimas, que llegaron de todos los rincones de la geografía nacional. Personas del Caquetá, Chocó, Cauca, Meta, La Guajira, Nariño,


La llegada al sitio del evento fue toda una travesía, entre la lluvia, los charcos, luego el sol canicular, los desvíos, las filas. Nada más parecido a lo que fue camino para llegar a la paz. Difícil, tortuoso… Luego la alegría de encontrarnos con tantas caras conocidas, con las que hemos compartido en estos quince años de trabajo por la paz, desde la educación. El abrazo fuerte, la alegría de estar aquí, presenciando este momento histórico. Las fotos del recuerdo.


Al iniciar la ceremonia, el Himno Nacional suena fuerte y estremece el alma. Todos cantamos entusiasmados. El minuto de silencio por las víctimas resultó sobrio pero corto. Más de ocho millones de víctimas que deja este conflicto necesitarían ocho millones de minutos de silencio. ¿Cuantas horas es esto? Luego las cantaoras de Bojayá, narrando su historia y contando como llegaron a la conclusión de que solo el perdón las sacaría de su condena de dolor.


El momento cumbre, la firma del Acuerdo final. Primero el Jefe de las FARC y luego el Presidente. La multitud pide el abrazo, que se da sincero, pero distante.

El discurso del Secretario General de Naciones Unidas se inicia con su escaso español. Recuerda el acompañamiento de la comunidad internacional al proceso y el importante papel que jugará este organismo en la verificación de los acuerdos. Enfatiza que es la primera vez que se crea en el proceso de negociación un tribunal de justicia transicional y que no habrá impunidad.


Después, las palabras de Rodrigo Londoño, Timochenko. Un discurso largo, preparado con cuidado, con muchas citas de la literatura, recordando las causas estructurales del conflicto y haciendo énfasis que llegaron al fin de la lucha armada, pero no dejaron atrás sus ideales. Ahora van a buscarlos a través de los canales democráticos. De su discurso, el momento más emotivo cuando en nombre de las FARC pide perdón al país por todos los daños causados. Muchos no creíamos poder presenciar este momento. Dejar la altivez que alguna vez los caracterizó para pedir públicamente perdón por todo el daño causado. El auditorio en pleno se paró agitando pañuelos blancos, en gesto simbólico que se aceptaba ese arrepentimiento público.


Ya casi terminando el discurso, el paso de los aviones Kafir. Todos quedamos atónitos, pero especialmente los representantes de la guerrilla. La frase de Rodrigo Londoño: Afortunadamente, esta vez vienen a anunciar la paz y no a lanzar bombas.


Luego el discurso de Santos. Uno de los más brillantes de su carrera política. Sin papel, sin telepronter. Dicho con el corazón. Tomando citas del Himno Nacional, se centra en la invitación para volver la página de la violencia y darle paso a la paz, la bienvenida a las FARC a la vida democrática y las posibilidades que abre esta firma al país.


Terminada la ceremonia solo se oyen vivas, el ¡SI SE PUDO!, ¡SI SE PUDO! Se repite incesantemente… Es el grito unánime de la comunidad presente en este momento histórico. Viene ahora el instante para la reflexión.


Para todos es claro que este momento no significa el fin de todas las violencias ni de todos los problemas que aquejan a cientos de miles personas en el país. El 26 de septiembre de 2016 se firma el Acuerdo pero inicia la construcción de paz, y justo ello es lo que nos da esperanza. Esperanza de ver a tanta gente interesada en que las cosas cambien: la injusticia, la deshonestidad, la corrupción, la violencia doméstica, la violencia urbana; que acabe la minería ilegal que contamina las aguas, el aire y los suelos; que todos tengamos acceso a la salud, a la educación en todos los niveles; que seamos más solidarios; que haya bienestar y justicia para todos. Que haya menos desigualdad social.


Es entonces el punto de quiebre que necesitamos para hacer de esa esperanza una acción. Y empezar todos y todas a aportar nuestro grano de arena, o nuestro mar de entusiasmo, para que las cosas cambien. Empezando por nuestros hogares y las relaciones que tenemos con los otros, y siguiendo con los compromisos que tenemos con la sociedad, con la humanidad, con el otro, con los animales y con el ambiente.

A pesar de todos los escepticismos y dudas que genera para muchos este proceso, abonémosle el riesgo de la esperanza. La posibilidad de pensarnos y actuar en el cambio. Crear nuevas sociedades es posible, allí están los ejemplos de Alemania, Suráfrica, Irlanda.


A ello nos comprometemos y los invitamos desde Escuelas de Paz. A seguir trabajando para lograr estos cambios y que nuestros hijos, hijas, nietos y bisnietas puedan reconocerse en ese otro país, que gracias a un día como hoy, les heredamos.


AMADA BENAVIDES DE PÉREZ

Bogotá, septiembre 27 de 2016

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